A propósito de la actuación del contratenor polaco éste domingo en el Auditorio Nacional de Música (Madrid) presentamos la crónica de LluÃs Trullén sobre su actuación el pasado lunes en el Palau de la Música Catalana (Barcelona).
Ciclo Palau Grandes Voces. Jakub Józef Orliński, contratenor. Il Giardino d’Amore. Stefan Plewniak, director.
En Jakub Józef OrliÅ„ski se produce una confluencia de factores que lo convierten en uno de los iconos que más empatÃa suscita entre los amantes más jóvenes de la música clásica. OrliÅ„ski pertenece a esa generación de ‘millennials’ que se ha abierto espacio y triunfado en aspectos multidisciplinares, que en su caso resultan sumamente dispares: afamado contratenor, pertenece al colectivo de break dance ‘Skill Fanatikz Crew’, practica skateboard, participa como modelo en campañas publicitarias o tiene en las redes sociales una plataforma cuyas visualizaciones en youtube -como es el caso de su ‘Vedrò con mio diletto’ de Vivaldi- van camino de superar la cifra de cinco millones.
VolvÃa a Barcelona el carismático cantante nacido en Varsovia en 1990 para actuar en el Palau en un programa titulado Eroe, junto al conjunto Il Giardino d’Amore, encabezado por todo un héroe del violÃn como es Stefan Plewniak. Una vez más, el Palau presentó un lleno hasta el máximo permitido por las autoridades sanitarias, con un público bien dispuesto a disfrutar de un programa que ofrecÃa un hermoso duelo musical entre OrliÅ„ski y Plewniak, intercalando arias de Haendel y Vivaldi con páginas orquestales del prete rosso, siempre interpretadas de memoria por el violinista polaco y su conjunto .
Después de la SinfonÃa de la Olimpiada de Vivaldi, OrliÅ„ski abrió el apartado vocal con ‘A dispetto d’un volto ingrato’, -aria estrenada en su momento por el castrato Andrea Pacini- en la que los sentimientos atormentados, la furia, la pasión y la sed de venganza fueron un vehÃculo perfecto para mostrar ya desde el inicio las cualidades de una voz casi blanca que no adolece de fisuras en su tesitura y poseedora de un magnetismo que rápidamente atrapa al oyente. Desde sus grabaciones Anima Sacra (2018, Warner) y Facce d’amor (2019, Erato) la voz de OrliÅ„ski se ha ganado un puesto entre la élite de cantantes de su cuerda (Jaroussky, Mehta, Sabata…) y el futuro que tiene por delante se antoja dorado.
El timbre delicadÃsimo del contratenor nos maravilló en el aria del emperador Anastasio ‘Sento in seno ch’in pioggia di lacrime’ de la ópera Il Giustino (1724) de Vivaldi. La voz de OrliÅ„ski destierra todo sonido que pueda asemejarse a un vibrato, con unas dinámicas bellÃsimas que van de los pianissimi a los forte con una messa da voce preciosista. Le encanta recurrir a los efectos y al mismo tiempo prodiga a un canto natural que magnetiza por su belleza de emisión. En arias como ‘Furibondo spira il vento’ de Partenope (1730), o ‘Torna sol per un momento’ de Tolomeo, re d’Egitto (1728) el cantante mostró asimismo un dominio total de la escena, haciendo valer su elegancia fÃsica para cantar y entregar todo su talento en plena comunión con un conjunto que le servÃa un acompañamiento repleto de energÃa y vitalidad.
Y lo cierto es que esta simbiosis entre OrliÅ„ski y los ocho integrantes de Il Giardino d’Amore fue constante, gracias también al virtuosismo de Plewniak, quien desplegó esos tempi endemoniados al más puro estilo Biondi, haciendo gala por su parte de un carisma escénico que, a buen seguro, a más de uno recordarÃa a la figura de Ara Malikian. En su propuesta vivaldiana, eléctrica y enérgica, siempre despuntaba aquel aroma veneciano ineludible a la música concertante del compositor.
Después de una colosal interpretación del Allegro del Concierto para violÃn RV 208, Grosso Mogul, de Vivaldi, la voz de OrliÅ„ski volvió a encandilar al público del Palau con ‘Agitato da fiere tempeste’ de Riccardo Primo, re d’Inghilterra (1727), aria que Haendel escribirÃa para Senesino. Agilidades, coloraturas, proliferación de efectos en el da capo del primer tema del aria; un Haendel, en suma, que combina a la perfección la elegancia en el canto con los fuegos de artificio técnicos, permitiendo a OrliÅ„ski proyectar unos agudos que, sin ser perfectamente prÃstinos, sà poseÃan un magnetismo extraordinario.
El concierto culminó con dos arias fuera de programa, que, a la postre, resultaron ser dos de los momentos más hermosos del recital: ‘Dove sei’, de la ópera Rodelinda de Haendel y ‘Vedró con mio diletto’ de Il Giustino de Vivaldi.
(ArtÃculo cortesÃa de ©Scherzo. 2019)
Un encuentro en Venecia
Pablo J. Vayón
Antonio Vivaldi y George Frideric Haendel se encontraron en la Venecia del invierno de 1709 cuando Haendel presentó allà su Agrippina. El joven músico alemán aún no sabÃa que pasarÃa la mayor parte de su vida en Londres, donde se convertirÃa en un agente esencial para la difusión y el triunfo de la ópera italiana. El veneciano estaba iniciando los contactos con el mundo teatral de su ciudad natal y, aunque su peso histórico tenga mayor trascendencia en el desarrollo del estilo instrumental, también acabarÃa produciendo una cantidad ingente de tÃtulos lÃricos por media Italia. La SinfonÃa de L’Olimpiade, ópera con libreto de Metastasio que Vivaldi escribió en 1733, es uno de esos conciertos para cuerdas de carácter ligero que solÃan funcionar como oberturas teatrales. El resto de las piezas instrumentales del recital salen de los más populares conciertos para violÃn, la gran especialidad de Vivaldi, cuya forma tripartita (rápido – lento – rápido) y su estilo ritornello tanto contribuyó a fijar como el canon del género. Pese a la fórmula repetida y contra muchas ilustres opiniones, Vivaldi logró en sus conciertos una fascinante variedad de caracteres. En los movimientos rápidos hay efectos dramáticos tan fulminantes como el que abre el absorbente Concierto en mi menor, RV 273, o de tan intensa audacia armónica como el RV 242, el nº 7 del op. 8 (la colección de Las cuatro estaciones), y del que en Dresde se ha conservado una versión manuscrita que fue propiedad de Pisendel, uno de los mayores virtuosos del siglo. En los tiempos lentos, las cantinelas del solista alcanzan un enorme grado de depuración expresiva simulando siempre una improvisación, en ocasiones, partiendo de bajos ostinatos que durante décadas se habÃan usado para eso, para improvisar (es el caso de la Ciaccona de RV 222). Algunos de esos movimientos lentos podrÃan haber servido perfectamente como andamiaje estructural para un aria como «Sento in seno», con el pizzicato en imitación de las gotas de lluvia, metáfora de las lágrimas del protagonista. En el conocido como Il grosso Mogul, RV 208 el virtuosismo se desborda, en especial, en el tercer movimiento, que posee una cadencia llena de arabescos que perfilan un imaginado y ardoroso mundo oriental. Haendel fue un auténtico maestro en dotar de psicologÃa a sus personajes. Tamerlano es dibujado a través de nueve arias de gran variedad. «A dispetto d’un volto ingrato» resulta brillante y distendida en su tonalidad de re mayor y su sencillo acompañamiento de violines al unÃsono. Si Tamerlano data de uno de los años de gloria de Haendel, 1724, el resto de arias proviene de óperas escritas en los difÃciles tres años finales de la década. El dramatismo hiriente del «Furibondo spira il vento» de Partenope contrasta con el mucho más extrovertido del «Agitato da fiere tempeste» de Riccardo I, tÃpica aria de bravura. Tolomeo se nos muestra tanto en su faceta más intimista, con el doliente y patético «Stille amare», como en la más amable, con un «Torna sol per un momento», de resonancias pastorales.