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Miguel Ángel Pérez, el autor de "Europa" reflexiona sobre Europa


Miguel Ángel Pérez Blanco es un joven cineasta formado en diferentes universidades y escuelas de cine como la ECAM. Después de dirigir dos aplaudidos cortometrajes ("Carretera al Atlántico" y "Los dinosaurios ya no viven aquí"), nos presenta EUROPA, una película sobre las relaciones de pareja, la crisis de Europa, los viajes temporales y la generación perdida. Luego de un intenso año paséandose por diversos festivales y a escasos días de su estreno "comercial", el realizador reflexiona en exclusiva para Liceo Magazine sobre la experiencia vivída gracias a su ópera prima.

Madrid, primer domingo de 2018.

Me refugio de la lluvia en una céntrica cafetería a escasos metros de un cine. En invierno a media tarde es de noche, y la calle, vista desde la enorme cristalera, devuelve a mi contracampo una sensación de calma. “Mi próxima película será una explosión de colores, luces, sonidos y formas”. Anoto éstas y otras impresiones en el cuaderno que me regaló un amigo hace más de un año y medio cuando di por concluido el montaje de EUROPA. Continúo las páginas que él ha dejado en blanco para escribir la que será mi próxima película. Y me encuentro que la primera de sus notas reza: “Por favor, no te detengas nunca”.

Por primera vez en mucho tiempo EUROPA me deja mirar hacia el futuro. Y pienso en otra frase escrita sobre una pared azul, en la pared de una película que vi hace días: ”Pongo mi corazón en el futuro. Y espero, nada más”.

Después de casi cuatro años de trabajo, con muchísima alegría, espero la llegada de mi ópera prima a las salas. Siempre supe, desde que era un niño, que iba a hacer películas, aunque no sabía ni cómo ni cuando. Estrenar EUROPA en salas comerciales es un regalo que me devuelve la película gracias al apoyo de los equipos de programación que forman el CBA, Zumzeig, a los cineclubs, a las filmotecas, y a los centros de las diferentes ciudades donde la película se podrá ver en formato de gira.

EUROPA es la idea de un colectivo. La idea, no un lugar en si mismo. En esta idea está la construcción de un nuevo territorio, que trasciende lo local, por supuesto, que quiere llegar a todo un continente para poder establecer un acto de comunicación y diálogo. A partir de un vinculo, la pareja, que son también un vehículo para construir un relato en pasado, presente y futuro (los dos siglos que separan ambas fiestas en un bucle temporal que conduce la historia). Yo me pregunto qué ha ocurrido en esos dieciocho años de diferencia -entre el 2018 y 2000-.

La película se titula de la misma forma en todos los países donde se exhibe. Por ejemplo, cuando la presenté en Tesalónica, el director de programación se refirió a Europa y no la tradujo como “Europe”. Me gusta que se respete su título porque es una forma de darle su propia identidad, su propia voz. Quizás, una nueva Europa, diría, la ambición por mantener un gesto que viene del Romanticismo. Pero EUROPA también es una ausencia, la del propio continente ante un sentimiento de confusión, y de posterior deriva generacional en la que vivimos. El fin de la juventud, el fin de una forma de vivir o ver la vida, de unas aspiraciones. En mi película todos los personajes tienen claro que quieren llegar a una meta, saben que quieren llegar a la rave, pero ninguno sabe cómo hacerlo, ni dónde está esa fiesta. Creo que es muy fácil establecer símiles en nuestro día a día. Quizás, la fiesta la han convocado y no se va a producir, hasta tal punto de que no sabemos si es real el espacio que pisan. Así comenzó todo.

Pero hablo desde el pasado, antes de los atentados terroristas perpetrados en Barcelona y Cambrils que han cambiado radicalmente el futuro de Europa, nuestro futuro. La sensación de amenaza y el ambiente hostil del día a día, ahora, son reales: son una amenaza contra nuestras vidas. Me parece que es, en primera instancia, la principal preocupación en relación a Europa y a nosotros. Todo lo demás es secundario. Lo que ha ocurrido en París o en Cataluña replantea las cosas. Tengo gente a la que quiero mucho en ambas ciudades, y cuando me avisaron sobre los atentados me dio un vuelco al corazón. Lo que pasa es que las películas son hijas de un momento, de un tiempo. Y a veces las cosas se precipitan, y más en el cine, sobre todo porque vivimos en un mundo lleno de corrupción. El mundo es un lugar corrupto, por eso el cine trata de buscar la belleza. El problema es que una película tiene un papel diminuto dentro de la sociedad, aunque su ambición, como es el caso de EUROPA, sea la de reflexionar sobre nuestra situación desde una actitud estética y política. Pero hay que tener paciencia y trabajar en la ideas con fe si queremos cambiar algo.

Pienso mi trabajo desde los grandes autores de la modernidad. Principalmente, a partir del neorrealismo y la nouvelle vague, ambos movimientos tienen una relación de proximidad con el mundo muy directa, muy intensa y expuesta desde un relato que cree en la ficción para llegar a la realidad. Esto me impactó, especialmente cuando descubrí Roma, ciudad abierta, pero yo era muy joven para entender la mezcla entre lo íntimo y lo monumental, herencia del Hollywood clásico. Aunque pueda resultar raro para mí el cine es Nicholas Ray y Howard Hawks. El cine y estos autores, concretamente, son mi auténtico refugio. Entonces estas películas del neorrealismo y luego la nouvelle vague tienen una vocación muy fuerte con el hecho del aprendizaje, del aprendizaje de un mundo desde la razón, y desde el corazón, por supuesto.

Cineastas como Truffaut, Godard o Rivette me han enseñado a comprender a Hawks y a relacionarlo con la vida y el mundo. A entender el pasado. Por eso siempre digo que el cine, en este sentido, me salvó la vida. Estas películas que llamamos “clásicas”, o la herencia de Rossellini, nos han ayudado a comprender por qué el cine de Antonioni es importante en su manera de trabajar el tiempo, la arquitectura y redefinir el papel del ser humano y su posición en el mundo. Por lo tanto, más que películas, es una forma de pensamiento en relación al cine y al nosotros. Sin estos textos, sin el descubrimiento para mi tan valioso de esta critica que hacía películas no sería el cineasta que soy hoy. Así que trato, a mi manera, y lo digo con total honestidad y modestia, asumiendo que estoy empezando, de continuar con un mismo gesto que mira hacia el presente de nuestros días sin dejar su pasado de lado.

Hacer esta película ha sido un proceso de búsqueda y de aprendizaje. Si emprendes una aventura es imposible tratar de controlarlo todo, hubo momentos realmente duros, y otros, de una alegría que desborda. Las películas se van haciendo solas, así que lo mejor es asumir esto, que yo no sabía, ni era consciente, por mucho que hubiese leído sobre el proceso a través de otros cineastas. Para encontrar el alma de las cosas hay que dejarlas ser. Es imposible que una persona sea cómo tu quieres, cada persona, o cada película, se muestra de una forma, así que mejor aceptar esto. Tú tienes un deseo que no sabes explicar, y luego la película va encontrando el suyo. A final, no es la que tu quieres, es lo que la película quiere, como dice Adolfo Arrieta.

Para mí ha sido (y es) muy importante construir una base antes de rodar películas. Una educación a la que no tenía acceso en mi pueblo, y que sigue en proceso, por todo lo que te he explicado antes. Por diferentes circunstancias sociales, solo podía acceder a ella desde la universidad. En cuanto pueda permitírmelo, lo primero que voy a hacer es volver a estudiar, centrarme en materias y disciplinas como la pintura y la literatura en las que tengo lagunas. La universidad permite construir un pensamiento, ponerle en diálogo, la educación es una fuente de conocimiento y una de las cosas más importantes que me ha descubierto la vida. Creo que debemos defender y promover educarnos y formarnos en todo lo que podamos. En mi caso, es la herencia que me han dejado mis padres, y sin esto, repito que no sería la persona que soy hoy.

¿Cómo se puede hacer una película sin tener en cuanta el pasado del cine? La verdad, es que no entiendo a una parte de la cinefilia y de la profesión que no ha visto películas anteriores al año 2000. Esto refleja una total falta de respeto. No sé si mi cine es intelectual o poco emocional, de momento carezco de capacidad para responder a esto, he sido poco consciente durante el proceso. Yo no busco emocionar o ser conceptual: hago las películas que puedo en este momento de mi vida con total sinceridad hacia mi profesión y hacia la película que va apareciendo para que encuentre su propia emoción. El análisis de ese resultado creo que le corresponde a la audiencia en general y a la crítica, que es su trabajo.

La academia es el pensamiento pero yo no soy académico, ni un intelectual, le podéis preguntar a mi entorno. En todo proceso de creación siempre hay una parte de impulsos y otra racional. Los impulsos en una obra de arte se van construyendo desde una cierta coherencia para dar lugar al tipo de emoción que surge. Esto se construyen a medida que escribes el guion, y sobre todo en la sala de montaje, que es donde finalmente las ideas tiene una estructura real y se ponen en relación porque son materia. La forma es una manera de llegar a estas ideas pero con ideas no se hacen películas, porque tienen que encontrar su forma, su propio pensamiento. Hay que investigar las formas en el cine, y en cualquier disciplina para seguir con este gesto del que hablaba y para buscar nuevos caminos, por muy complejos que sean: aunque falles, aunque dudes, aunque parezca que no encuentras nada, incluso cuando parece que a los ojos de los demás no tienes ni la más remota idea, etc. Jamás debes pactar con algo que no sea la búsqueda de una forma pura. La conquista de lo inútil, como diría Herzog.

A mí me encanta eso otro de lo que hablaba Drove, “A veces siento que mi vida es más inútil que un submarino descapotable”. Resume nuestro trabajo con humor, y cuando me pongo muy intenso me lo repito y me alegra el día. Hay que seguir hacia adelante, el resultado da igual. Cuando te quitas esta tara de la cabeza es cuando realmente empieza tu carrera como cineasta. Yo quería hacer una película a partir de Europa como idea y no como lugar, y esta ausencia, de todos nosotros, de una cierta deriva, dio como resultado una actitud de la película que se repliega hacia la oscuridad más absoluta, que parece que se esconde o se va asfixiando hasta tocar fondo para renacer con el sol después de la madrugada. Pero este gesto viene de escuchar a la gente que quiero y de un estado de ánimo, no de una actitud puramente esteticista o intelectual. El estilo no se puede pensar, se va haciendo solo.

He asistido a proyecciones con la sala llena y a otras proyecciones con la sala prácticamente vacía... he leído críticas muy positivas y otras negativas. Escucho a mis amigos y amigas y a mis compañeros porque creo que sus opiniones son constructivas, tienen un fin, que es nuestro aprendizaje. Esto es muy valioso. Por otra parte, una crítica mala o buena, o una sala llena o vacía no va a hacer que la película sea mejor o peor. Soy inseguro, pero he aprendido una cosa: una película no puede juzgarse tan solo por elementos externos, como los que comentaba sobre la sala llena, la repercusión o no, etc. Son elementos que no dependen de EUROPA y sería injusto para la película, sea cual sea su alcance u opinión.

Mi amigo y músico de la película, Jonay Armas, me dijo hace poco: “dejar marchar a una persona también es un acto de amor”. Ojalá mi película encuentre a alguien por el camino. Ha llegado el momento de que yo le diga adiós y disfrute de lo que va consiguiendo, distanciado ya de todo el proceso que he vivido estos años.

En cuanto a Europa (sin comillas)... no quiero parecer frívolo con este tema, pero espero que lo que hemos vivido este verano con los atentados, no se vuelva a repetir, ni aquí, ni en ningún lugar del planeta.

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